Cuando se sale sabiendo que no se vuelve más.
Arrancándome de la soledad para quedarme solo.
No estoy muy seguro de no querer hablar más con nadie.
Embobado aunque después me llegues con la desilusión.
Contra el mito de que los ángeles no tienen espalda.
De las imágenes que uno se crea de las cosas.
Y como ves, tengo la mirada prohibida.
En un mundo de intenciones espurias.
Espúmea rabia por la boca en rabietas.
Mirá que no me voy de un todo del todo.
Es una pena pero vale la pena conocerme.
No intentes domesticar mis instintos naturales.
Nada de correas, collares, hociqueras ni bozales.
Escuchame hasta que me quede sin voz.
Cuándo y dónde vos quieras.
En la irrealidad arraigada.
Inobediente inoportuna.
Atesorando bisuterías.
Presumida, presumo.
Hasta te llevaste la luna.
Y los sueños de madrugada.
Cerraste el portón de tu portal.
En mis narices y ni media palabra.
Y así fue que me quedé con la espina.
Masticándola, rumiándola sin tragarla.
Media vuelta y rumbeando para orientarme.
Y si había futuro ya ha pasado.
Y si había amor, no sabes.
Y yo tampoco.
M.O.V.
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