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Foto del escritorMario Vidal

Yo invito



Estrépito del silencio.Expresión sentida de mañana distraida, magistral, única, que en el mañana será añorada y resfrescada en la memoria por una garoa juliana.

Enrrolladas imágenes en rollos no revelados. Almas robadas en fotografías tuyas y mías, como objetivo panorámico, nos desvelan los horizontes perdidos.El alma, sombra iluminada hacia adentro, sufre de baja autoestima, porque no aparece.Oasis así, son más espejimos que espejos.

Báculo para el cálculo que dio errado es el querer.

Trincado, intrincado traquetear del camino,de este modo no, llegamos a nada.

Tiritan tiritas de colores vagos agarradas al viento sureño. Roció su rocío la noche.

El obispo, picotea en un plato, entre los restos, mordisqueando por los bordes. Dos gigantes de brazos extensos se apuestan la atención en la plaza.

En la puerta de una casa, que aparenta ser colonial ,un yetatore de tristes trajes grises y sus suertes mancas proferidas, prodigadas.

Desclasados descalsos, salidos de los actuales conventillos, temerosos de pisar el palito de la crueles trampas tendidas en las esquinas sin cafés, andan en otras yerbas. Chau pucho.

Desde el bondi se los ve con cautela y discriminación. Les echan flit a los pibes, sin Carlitos.

Palo borracho que por borracho y espinosos, das flor.

Piano, piano, el pianista.

Estrofas de estopa rastrilladas, párrafos de vida en su blanca rima con la seca muerte.Sin versos.

Argot de argonauta que bucea junto a ballenas llenas bajo las cantatas de puentes amarillos en las hondas aguas rasas de la sabiduría popular.

Ausentes canillitas y sus cortos para pregonar las noticias de un ayer que no harán mañana.

Muda muda que no brota.

Arrastro rastros de cemento bruto en mis pies. Andan calzados. Paredes esctitas. Al paredón. Están de fierro y balean fiero. Por la espalda. La corriente se manifiesta en estado de shock.

Duermen en las calles, con los perros.Encajado catre de cartón, papelón social de los civilizados.

Es el motor que no arranca con el frío. Nos arranca inmaduros.

La fe ciega, ferviente, aferrada a los fierrazos, mientras lo visible, a pieles, desnuda visión indivisible sin visa, no se divisa, se niega, se miente en apariencias inventadas.

Hilo y aguja. Zigzagueantes en el tiempo, abiertas heridas.

Aparta de mí esa parte.

Como un indio, solari.

Basta, me voy. Una ginebra.

Yo invito.

M.O.V.

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