El amor, como la verdad y la justicia, no existen en absoluto. Apenas y a duras penas son
Interpretaciones de un ideal inalcanzable, teórico práctico sensitivo y tantas ellas son, como seres vivientes sobrevividos habitan temporariamente el planeta encapsulándolos.
Más parecidas con puntos de vista, son puntos equidistantes, miópes, hipermétropes, astigmáticos, sin gafas ni corrección, una combinación de dolencias que adolecen de una cura o de remedio, por incurables.
Febriles y afiebradas. Nauseativas, fétidas tufaradas. Indigestas en sus gestas heroicas míticas, románticas legendarias de friccionadas ficciones.
Espejos asimétricos en espejismos desérticos.
En tiempo y en espacio con sus inherentes fragilidades, con sus reglamentos inmoderados intangibles tangenciales como factores variables tendiendo al infinito, esas interpretaciones coinciden en sus deformadas formas, formal imposición moldeada patronizada del mercado, con otras que se les parecen en instantes conyunturales que se muestran como milagrosos producto del caos o el acaso. Alocadas colocaciones dislocadas.
Lo cierto es que son mutantes distorsionadas desfiguradas, desvirtuadas y prerecederas, decaen, periclitan, caducan, prescriben, terminan, se extinguen. Avatares en sus propios avatares viven su autárquica historia inventada en paralelo dentro de su inquieta dimensión.
Desmitificarlas, bajarlas de su pedestal, traerlas al llano, a la mortalidad, a lo efímero de lo real es el desafío, humanizarlas y en su imperfección, contradecirlas en sus dogmas de fe.
Hay que tomar mucho cuidado con sus resucitaciones, sus reencarnaciones, sus degeneradas regeneraciones, sus incalculables calculadas metamorfosis, sus metempsicosis, que buscan, travistiéndose, engañarnos en nuestro natural sinsentido y desorientación sin dirección.
Tratado intratable atado con alambres.
M.O.V.
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