Y la mató porque era suya.
Porque nunca entendió que la flor viva era más linda en el jardín del vecino que muerta en un florero. Que el pájaro libre canta de felicidad.
No entendió que todo lo que mata muere y lo que muere violentamente continúa matando.
No entendió que su madre tiene sexo y su hermana.Que esas son mujeres también. Que la concha de tu madre y hermana es una ofensa que no debería ser.
No entendió que mientras jugaba de macho por la vida junto a la comparsa, ella se quemaba las pestañas en el curso que la independizaba, después de todas las horas, las horas del marido, de los hijos, de la casa, de la comida, del trabajo. Independencia no reconocida.Que consumía frustraciones con las tazas de café, de pie y con la cabeza erguida, como esperó la muerte.
Cuál fue el punto sin retorno.El pasarse de la raya. La palabra mala proferida, el golpe seco.
Consecuencias del capitalismo quizás. Las personas son números y se igualan a las cosas. Números no son de Dios, ni las mujeres según la Biblia.Las cosas no sienten pero son nuestras.Y es lo que importa.Las bizarras muñecas sexuales japonesas serán maltratadas? No se quejan. Todavía.
La perversión de permitir y perdonar. De pedir y conceder.
La sumisión asumida históricamente revalsada en este vaso roto que nos confunde. Condiciones igualitarias que desde el seno familiar son violadas.Diferenciadas en quereres y poderes sólo por no estar bien dotadas, una diferencia de diez a veinte centímetros.
Tiempos de Lilit, endemoniada, que no nacieron costilla de nadie, ni permiten ser arrastradas de los pelos a los garrotazos, ni con su castidad dependiendo de un cinturón, ni del salario del marido.
Eva también fue una pecadora, nos expulsó del paraiso. Y su tocaya, abanderada, embalsamada y profanada, nos quería llevar de vuelta.
Y porque la amaba, la amaba tanto, la mató.
M.O.V.
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