Somos consecuentemente, un conjunto de concepciones, un aglomerado de vivencias, traumas, frustraciones, altibajos marítimos en los océanos emocionales, migajas de dulces victorias y sabrosas derrotas, instantaneas sonrisas fotográficas y arrastradas lágrimas mudas, lo que nos hace irrepetibles, auténticos, mismo en la falsedad. Por lo tanto son los niveles de empatía los que nos aproxima, nos mixtura y nos confunde con el otro, nos masifica en ocasiones, nos refleja en espejos trastocantes, nos alínea y tipifica. No obstante, la fuerza resultante de la individualidad aflora especialmente en nuestros rasgos más aberrantes, en las discuciones forjadas, en el desparramo de pasiones, lo mundano arraigado en lo más profundo de lo humano. Somos amasijos de barro y carne, amalgama de un calor veraniego en los potreros y el frío de lo que es solemne, invernal en la soledad.Pizcas de especierías exóticas en paladares exquisitos, sabores agridulces para la generalidad. Congeniar, interactuar, coincidir, es, básicamente, un acto revolucionario, diría casual, casi extinto, irracional y fortuito, como también, efímero. Disfutemos de esos acasos, superposiciones circunstaciales mientras duran. Encontrarnos, es donde se esconde la dificultad.
M.O.V.
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