Si pudiese desescribía cada uno de los registros que en sus esmeradas letras cursivas esmeriladas aún me tienen persuadido y cautivo, quemaba junto al querosene y a los diarios viejos embebidos cada una de las pruebas que me guardan subversivo y escondido anarquista, soplaba con fiera furia las cenizas hasta hacerlas un polvo amorfo cualquiera, indistinguible y confundido con todo lo velado que se vuela y se rebela por ahí.
Incendiaba este vívido recuerdo de una muerte vivida.
Limpiaba , franela en mano y desinfectante, todo rastro del despedido desaparecido.
La insignificancia innombrable adquerida en ganga de bajo precio en una feria de domingo en una zona franca, francamente detestable. Envuelta por varias vueltas de papel madera atada por piolines entre las bazofias de un bazar. Embalado embalo del sin sentido, del sin rumbo, de las metafóricas metas, del objeto sin objetivo.
Las cosas en los trastos mal tratados de las casas abandonadas a su suerte azarosa de zozobra.
Las espeluznantes pelusas en los bolsillos de un traje apolillado de un espectante espectro del anochecer en el triste espectáculo del acaso.
Las migajas del alimento que no alimenta, más bien perjudica y consume a su consumidor.
Las lengua de los ángeles que todo o nada dicen en los cultos evangélistas de un pastor descarriado ante las esquilmadas ovejas esquiladas del rebaño.
Desplegadas plegarias del presagio del naufrágio.
Verbigracia del embustero verbo verseado que no tiene gracia.
Mendaces vendas que no curan ni enmiendan a la venta.
Una pantomima del deforme esforzado al que no se le quiere mirar, mucho menos entender.
El personaje que por los sueños pasa descosido desconocido y nunca antes visto.
En el descuido de los dueños de sus sueños, sembrar el olvido y dejarlo a él arrastrarse malicioso impunemente como hierba dañina rozando y arrasando la tierra que alguna vez me dio vida en su fertilidad inocente impertinente hiperactiva.
Regar copiosamente la duda y esperar por los frutos del árbol de la inexistencia en ucronías.
Me haría sombra vacía de nadie y de nada, al reparo de lo irreparable, un recuerdo sombrío de perversa amenaza que no acontece ni se aparece, que más se parece a lo que nunca fue.
Ilusión de un ilusionista mal soñador porque poco duerme, una pesada pesadilla, un proyecto tardío echo a las apuradas, a la que me importa, para pasar el rato y matar el tiempo.
Las lineas de tinta corridas en el plano de un tesoro ficticio en los trazos de aprendizaje de un austero niño autista, del lugar por excelencia irreconocible y por lo tanto inaccesible,
impenetrable, perdurablemente imperturbable.
La música en canción de esquina,que escuchada desde lejos atrae pero que de cerca espanta, no por falta de maña de los intérpretes ni por sus precarios instrumentos de prestado ni las ajadas partituras pentagramadas rebiscadas en hojas rancias en sus correctas y definidas partes ,y sí, por el inocente ejecutado tema elegido, descompuesto mucho más que compuesto, desencajado en la base del cajón, desentonado en el son, despatarrado fuera de ritmo, armonía y tiempo.
Paradoja del compás.Incidentes de una música incidental accidental.
Instalarme en amontonado giboso en el rincón más oscuro de la ausencia selectiva de las memorias colectivas ultrajadas y desvaciadas en el sucio sitio al que nunca se llega, por asco o por temor, por prevaricación o por precaución.
Con morbo y comorbilidades.
Ni mito, ni leyenda, y sí, con el bien decir de las largas y sucias malas lenguas.
Una puteada, un improprerio de imprevisto,pesado pero escurridizo y penalmente inimputable.
Hagan las cuentas y hagan de cuenta que es borrón y cuenta nueva, con números naturales opuestos, por supuesto, en una simple ecuación simplista simplificada.
En verdad, yo ya me he ido, solo le falta al viento el último soplido que me apague en los pies la arena, todas las huellas que he querido y las que no he querido dar.
M.O.V.
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