Es tiempo de mirarse para adentro, y al voltearme veo y leo un profuso hoyo vacuo inacabado y el eco hueco de mi voz opacada apocopada intentando escucharse chocándose con todo.
Seccionado en sesiones de unos cincuenta minutos en los que hay que garpar para el proceder improcedente.
Mate asesino, velado desvelado, esmerado esmerilado, turbio suburbio.
Coagulados los lados, burbujas en la brújula que me marca un Norte hacia el ...en fin, infinito.
Un Norte que bien puede ser un Sur, un este Este o este Oeste quizás.
Parece que se aparece la marca de agua, la marca personal, la marca registrada pero al final, flojita, no sale a flote, me hunde. Aflojá y aflorá.
No se hace pie en el barro ni en el sarro, ni en el verdín del musgo, ni en la arena movediza ni en el piso enjabonado. Ni en la niebla ni en la hierba humedecida, ni arrinconado en tu propio rincón.
Psicomotriz psicosomático, feliz asintomático. Psicotécnico reprobado.
Un derroche de reproches. Negativo renegado. Pesimista comprometido.
Tartamudeado, gangoso, siseado seseado, trabalenguado, habla el habla, bla, bla, bla.
Hecho un hecho, hecho un hombre, hecho y derecho, hecho bolsa, echando humo me echo.
Sobrante sobrada rebalsada sobredosis en escabeche de haleche, con hache. Un pescado.
Sigiloso silente, reservado en conserva se conversa unilateralmente con uno mismo.
Hipotecada el alma zen de almacén.
Enfrascado, en lugar fresco y aireado.
Aceite de oliva, ajo, perejil.
Sal que sale.
Circunspección en reposo forzado.
Dos minutos para redondear.
Encuadrar el cuadro desencuadrado.
Se me cae a pedazos el revoque.
Marito clavó un clavito.
El polvito se me mete en el ojo.
Sin frotarse ni refregarse.
No veo un carajo.
Apenas arte para apenarte.
Filosofía para angustiarte.
Psicología para desencontrarte.
Pasado pisado, pisoteado en una peatonal.
Te espero en la esquina.
M.O.V.
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