Pasá la gorra.
Complejo engorroso el ponernos de acuerdo. Generalmente se da por asenso consenso.
Uno viene, propone, sale al ruedo, torea, desafía, defiende su idea y se somete a una acalorada votación. Hay discusiones, claro que sí, no nos podemos privar de la parte más jugosa y suculenta de ese jamón del medio que es la de vernos enfrentados esgrimiento todo tipo de argumentos, desde los disparados disparatados hasta los más filosofantes, todo ese derroche de elocuencia chorreante y ese palabrerío al servicio de la mala interpretación, apelando y apaleando con la mejor de nuestras diatribas armamentísticas pero sin dejar que llegue la sangre al río, para no ensuciarlo más, aunque persistan enconos perdurables inarrugables. Porque convengamos, y esto lo subrayo con pinturita roja, es que necesitamos del otro para poder seguir existiendo y así el debate, la polémica, la dialéctica del disentimiento, para echarle nafta y leña al fuego a cualquier contienda racional o irracional y acabar casi siempre en un empate técnico, porque después de todo mucho nos parecemos y finalmente a regañadientes aprobamos la moción sin la mínima noción de lo que fue tratado.
Somos así, a veces contradictorios, incoherentes, absurdos, reaccionarios, subversivos, a veces, nos agrupamos para defender una idea insostenible, otras nos rejuntamos en equipo de rejuntados, intercambiamos las camisetas, los trapos y las banderas, previo pan y queso con pisadita para luego medirnos intelectualmente y aprimorar así los discursos para las batallas que serán las importantes, en la cuales, como en toda batalla, habrá muertos, mutilados, heridos y triunfadores de una guerra en la que al final todos perdemos. Postergadas postradas por el cagazo que nos despiertan.Es muy común en nosotros rasgarnos las vestiduras y resolver estos eruditos atritos a las trompadas, con piquetes de ojos, revolcones, tirones de pelo y con todo lo más sucio quese pueda emplear en una pelea callejera, para que los voy a engañar.
Con la proposición propuesta dictaminada ahí va el ganador como un cocorito a ponerle el pecho, a soplarle la letra al oído al gilastrún que nos aglutina, más de una vez se vuelve con el copete y la capa caída, a media asta al ser rechazado, es recibido en silencio por los otros, entre alguna que otra sonrisita socarrona y el clásico “yo te avisé”, pero no más que eso, porque la próxima puede ser que alguno de nosotros caiga en la misma.
Después lo de costumbre, en la victoria o en la derrota nos emborrachamos juntos, nos chupamos hasta el agua de los charcos y la jarana, farra, juerga, festichola, parranda, el cachondeo se extingue con la última luz de vela. Al otro día, mucho peor si es día laborable, todos juntos también , en eso nos une la desgracia, pagamos las consecuencias. A decir verdad, más de uno se tira a chanta, se hace el dobolu y se apolilla en un rincón oscuro de algún recodo escondido como si la cosa no fuera con él.
Así la vamos llevando. Por afuera piensan que somos uno solo, un ente único, un aglomerado de aserrín mojado, por el comportamiento y contorno exterior, por la forma que en conjunto adoptamos, por la identidad legalizada asumida con partida de nacimiento,documento con la dirección actualizada , correo eléctrónico, Facebook, Instagram, celular, carnet del club Sportivo Villa Ballester y hasta un registro de conducir vencido para cersiorarlo. También sabemos que es un poco injusto que uno solo cargue con el fardo de la exposición de nuestros actos, con la caripela de escarapela en representación patria pero que se le va a ser, es así que la mano viene.
Qué el jetón ponga la cara, el gesto y que se las arregle como pueda.
Al final todos los del lado de adentro disfrutamos que este procedimiento en el que va al muere es el que asume la forma humana y nos representa en definitiva.
Hacer la de Pilatos, que se joda y que el más feo, baile con la más fea.
Vidal Sandrone
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