Cábala cabal, esa, la que no falla, la mejor de todas.
Oleaje de ojeadas desconfiadas, relogeadas apuradas, oregeadas hojas hojeadas.
A ver si la ligo o si ligo algo al revoleo. Me puede la curiosidad de la oscuridad.
Inmarcesibles divinidades de cielo raso de acusar acucioso acuarelado.
Paredes descascaradas de humedades estampadas y rodapiés podridos.
Un cuadro del niño payado triste. Unas flores de plástico en agotado jarrón chino.
Se me van acabando las maderitas del parquet para el asado y de carne somos.
Apasionado demasiado descamisado para ese descampado frío invernal estacional.
Pronta impronta. Santa Evita. Sangre caliente embutida. Amargo obrero en patas.
Tapados por la tapera destapada y desabrigada. Sudeste como peste en aluvión.
Chajás, calandrias, teros, horneros. Patriada patriarcal que se acaba. Malo malón.
Para comerte mejor. Se comen a los chicos crudos.
Buen provecho y aprovecho para anunciarles la escena de la última cena.
Dueño patrón hacendado terrateniente amo y señor. Acá, mando yo.
Resembrar la tierra infértil del pegujal. Abonarla con los restos deshumanizados.
El mejor traje traje. Algunas semillitas para plantarme planta.
Ojos cerrados para el afuera. Creo que creo y no me la creo.
Predicado precavido para un credo desacreditado acreditado.
Mapudungun.
M.O.V.
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