Difuminado foco fosco.
Una manito de barniz para el día gris. O dos.
Fogonea la tarde desde lejos.
Pingüe aguacero.
Baguala hecha a mano de piel reseca aceitunada.
Salitroso salobreño salvadoreño.
Absorto, absorvido.
Yacimiento yacido a la espera del estupro.
Muleros metiendo la mula entre las faldas de las sierras, esquivando los cardos.
Esqueletos huérfanos.
Desorbitados, observan nada.
Pararrayos que ni parpadean.
De parranda se va la banda entre cañas.
Descerraja gárgaras en la sequía de la garganta desierta.
Fruto de frustración, amargo.
Servido en bandeja, desconfía.
Contornear la redonda rotonda y sus aristas ariscas.
Obvios óbices obnubilan a cualquiera.
De cualquiera, la llaman.
Lección de inhalación.
Copada la copera.
Bragas y bragueta. Sonrisa fácil.
Bota bota la picante pelota de goma rayada picando en el punto del penal.
Arco desguarnecido.
Hambre de gol.
Por arriba del travesaño.
Flagrante fulguroso.
Tintinear de monedas. El valor del amor.
Se pierde pero se gana. Se olvida, como todo.
Viene a cuento el cuento.
El hecho es que el helecho está muerto en el lecho.
Amarillentas joviales hojas no escritas. Inertes, aún tibias, invitan a la lectura.
Aguerridos ojos resisten a sus páginas con la luz del sol de noche, para saber del final.
La verdad ... me importa un bledo.
M.O.V.
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