A orillita de un río en la isla de Borneo una extraña flor florece en íntimo subterráneo cada ciento cincuenta años.
La rosa doradilla de Jericó resiste en su confianza sacra y alquimista. Resucita.
Agote el de la gota que se agota y muere por goteo, y salva.
Desahucio para los desahuciados por la puerta grande.
Mordaz muerde rabioso a mordiscones mórbidos y a los tarascones se come a sus presas.
Marcada marcación cerrada la del zaguero de Boca a cara de perro.
Moja la oreja y con bailoteo de distracción pugilística lo camina al centroavante.
Tanto chuta la chutera que un día sale un gol al ángulo.
Locuaz silencio de mucha poca cosa dicha.
Pobre, pobre mudo. Cómo se quiebra el mutismo absoluto.
Atroz, feroz, hoz de la voz.
Afinando el afinador desafinado.
A destiempo, precipitadas precipitaciones en chubasco hodierno, contra el tiempo,bueno, y sus contratiempos.
Raudal de surtidor surtido de especiales especies de especias para adobar al corazón que nadie compra.
No prenderse a las prendas de un amor.
Afilando el afilador, en la fila, busca un filo.
Relicario polvoriento armario acumulativo se echa un polvo y coge soledades.
Debe saber mucho más de mí, mucho más que yo.
Escarbar compunciones escabrosas petrificadas, en estado de podredumbre y reciclar el cíclico bicicleteado sentimental.
Idea rotunda que rotonda la cabeza y sale expulsada sin razón.
Empachado el mundo, se empecina en sacarme lo peor. Va por buen camino.
El tobogán es un tipo de subibaja.
Vuelta al mundo que no sale del lugar.
Cicatero albedrío en navio de cáscara de nuez o de papel de diario con el derrotero de derrotar derrotas, atracando banalidades durante la travesía toda, bucanero, atracando a la postre, en el más seguro de los puertos, predestinado. Agua de mar aguada, se bebe nada.
Martirio marítimo.
M.O.V.
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