La calle inicia.
Doble mano.
El ramo seco.
El velo desblanquecido.
De un lagarejo las lágrimas.
Arrasadas pisadas del rastro.
Borroneadas en la mirada guardada.
El tiempo jugando a dos puntas.
Un basta a lo que devasta.
Colección otoño-invierno.
Y yo en la vuelta del perro.
Para tomarme un airecito de a sorbos.
Para al distanciarme distraerme del todo.
Una piedra en el zapato me trae de vuelta.
Qué ironía, esa torpe miopía que tengo.
Mis miserias existenciales.
Me devuelven a la tierra.
En pico épico opaco apagado.
Válgame Dios, pronto socorro.
Qué valga la redundancia.
De la que nadie está a salvo.
Verdeda angosta antojadiza.
El mundo es una pañoleta.
Y ella me lleva puesto.
Apenas si me ve.
Yo, en sus rulos.
Me enriedo.
Voy una vez más.
A su momento, todo llega.
Agradeceré ese sagrado agrado.
Solitario solidario solicitante a la espera.
Tal vez sea el comienzo de algo, ma chi lo sa.
Y este es un tipo de final.
M.O.V.
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