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Foto del escritorMario Vidal

Diablo culeao.



Mete la cola el diablo y se hace el guapo.

Jadeante, no me jodas.

Lo invoco y lo emboco enconado.

Lo dificultoso de jugar con la pinchada pelota.

Mientras, continuamos siendo imágenes.

Una mujer con sombrero, gabándose de gabán, acalorada.

En decoración, la belleza con los años pasa de moda.

Así y todo, excita la boca en fresa que pide más, esas que saben todo y saben a nada.

Sedados, se dan las sedas en el viejo sedán.

Pieles aterciopeladas, en cuero.

Sienes a mil.

Fogonazos de fuego, chisperos dragoneantes.

Ropa limpia en almas sucias. Tiznado trazo de imaginación enarbolado.

El borde del cuerpo arrincona espíritus con las púas para adentro.

Chapado chaparrón, deseado festival estival.

Tierra quemada.

Maquinadas maquinarias, lo más campante, en campos sin campesinos, con capangas de camperas oficiales.

Sólo, soja, sola.

Era el tiempo de cencerros , vacas, becerros.

Rústico, rural, rumiantes masticando broncas.

Acatar y a catar en todo lugar.

Temerario temario diario el del victimario.

Bosque de cruces recientemente forestado. Arrancadas flores para los muertos.

La guitarra aún se siente árbol cuando le tocan sus femeninas curvas. Viva.

Luz de sombra. Luzca sol su luz mejor.

Represa en la represa.

Ilusorio gusto a agua. Tomate, un café.

Esperan las esperanzas no cansarse de esperar.

Tanta gente que no conoceré.

Poder sin el poder.

Sin miedo a morir, el del empeñado corazón.

Discursando, ois a los hois cuestionados por los ayeres.

Al reparo con reparos, no repares, estoy remontando el aire.

Chinches del chinchudo se calman con chicharrón. Y cerveza, helada.

Tirando centros, voy tirando.

Cantar las cuarenta, poniendo los puntos.

M.O.V.

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