Arándanos andándonos en los paseos de esta travesía, no muy a menudo ofrecen ese menudo dulce rojo intenso para embelesarnos ante tanto rancio derredor. En intempestivos arrebatos , le arrebatan a la sazón su sabor característico.
Me hablas de amor.
Me hablas de éxito.
Me hablas de felicidad.
Y nada dices.
Un dios arrumbado en el ático junto a las cuerdas de las trallas desvencijadas que lo azotaron, iluminados por un tragaldabas tragaluz.
El infierno todo en el sótano, catando sombras en catacumbas tenebrosas con lumbres de cigarros pitados, pescando pecados con los anzuelos retorcidos en ese piélago orco, ogro para las pasiones prohibidas, tártaro para dientes mordidos.
Contraposición de extremos violentos, hoy desperté opaco sol intenso en blanco y negro, café amargo, fundo ventarrón.
No me vengan con cuentos contados a partir de lo que a la vista se puede ver. Estoy desaprendiendo, desenseñando, escurriendo arena entre dedos de tantos años de manipulación. Dogmas drogan desde las cunas entorpeciéndonos, enajenándonos para ser fácil mercadería de transacción. Me destruyo y reconstruyo. Me lluevo, me lleno y me llevo. Divagar de vagar y vagar, ser voz en las ventanas. Pareo en pareos pares impares y me apareo. Apocalíptico orgasmo homicida. Prenda para las prendas de un amor repartidor que parte tantas veces del pasado.
Gondolero en góndolas de supermercado la rema y canta bajito alejándose por canales enjugados sin siquiera un sole mio que lo afronte. Obrero sin vacaciones.
Ilustre hombre ilustrado que pintas tu cuerpo para mostrarte.
Humano trashumante de esa tierra dehesa que se tala y entala en las gargantas futuras.
Devora Débora esas horas demoradas.
Engorda la luna gorda en cuatro semanas. Un trébol de cuatro hojas despachurrado entre las hojas de una agenda del año pasado que siempre nos acompaña, por si acaso, para la suerte, que suele ser esquiva.
Me suelta la mano un ángel que se fue al diablo dispuesto a trasnochar. Me quedo vacio como testamento de testaferro.
Añoro ser diente de león que no muerde, que vuela en soplos persistentes, residente de la libertad.
Me amasijo al revelarme en espejos como parte de este amasijo de arcillas emponzoñadas. Hiperlaxo, de tobillos holgados autodeterministas, me cuesta mantenerme en pie.
Garrapiñando las últimas garrapiñadas acarameladas del fondo de bolsitas arrugadas.
Racimos de racismo en las viñas del señor.
Levanto la mirada. Traza trasabuelo mi camino, desencapota ese trasfondo desolador. Serruchar el limo, para limarlo después. Digerir y hacer la digestión. Al desague con el desguace de lo peor que tenemos adentro.
Cucardas premian desafectos, alfilerazos certeros al corazón de alfiles que llegan por la diagonal.
La inmensidad conlleva y lleva en sí misma la paz que amerita. Silencio de mar es zumbido y es zumbido en acaracolado caracol de mar.
Espirar hasta expirar.
M.O.V.
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