Trascender tras los muros íntimos intimados intimidados y trastabillar.
Hecho de a pedazos, de remiendos con zurcido invisible en tejidos traídos a lomo de burro de puntos tan equidistantes como éxodos exóticos.
En riego de acequias de oceanías entre terrones de pedregullo surcando la expuesta aridez que impregada se queda en la sequedad humana.
En las cenizas de papeles quemados al apuro en un potrero de los bajos fondos suburbanos.
En la lejanía letanía de la blandengue memoria del sustantivo colectivo que nos deglute y aglutina.
Me pierdo en la nube de polvo que crece al galope de caballo salvaje en baldíos sendero por donde ni un ánima se me anima.
Borrado en borra de café de pocillo desatendido en pegoteada mesa postergada rumbeando al baño en un bar cualquiera, sin presagios ni mensajes malintencionados.
Entre las arrugas empobrecidas y empodrecidas del destinado cuerpo desestimado librado al azar.
En el moho de los pliegues en las empalidecidas banderas levantadas inútilmente, apolilladitas forrando un arcón.
En las imprecisiones de los recuerdos incontados, piezas faltantes del exitista rompecabezas existencial.
En el hermético vacío de los pensares, espinazo espinoso, retobados retorcidos, punguistas punzantes, cortados y cortantes.
En los registros de ordenanza comunal, los rastros perdidos en la mudanza mundana de los interiores.
En las mudas desterradas de genialidad discursadas en la soledad complaciente del anonimato.
En los prematuros amorfos ensayos nunca estrenados, frente al espectador espejo espectante.
En el perfume de lo que se deseaba y por obsoleto ya no se vende y vaga vagamente extravagante en sentidos sin sentido.
En la letra despatarrada del autor irreconocible al que ideológicamente me enfrento autocensurándolo.
Sombras sin cuerpo, sin dueño y sin sueños.
Bombas de fragmentación restan los restos fregados de mí.
Brevedad y cortedad.
Sin más ni menos.
M.O.V.
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