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Foto del escritorMario Vidal

Botica




La pequeñez es la que en gran parte nos define y nos engrandece. Grandilocuencias asombran con sus sombras a esos bichitos de luz que sorprenden a los desavisados en la menuda ingenuidad crédula de las noches taciturnas. Noble roble arraigado a sus raíces, tronco retorcido zambando junto a su guía y rizadas ramas espontáneas, encontrándome, cultivándome para morir leña brotando. Esquejes que se quejan y se dejan calcar en las frescas plantas que serán. Aglutinándome en gotitas de sudor corriente que de una se hace todas, en las centenas de sienes tabajadoras temporales, desabidas de reposar. Bichos bolita en la dulce espera bajo la barriguita de una piedra de agua. Terreno baldío atesorando místicas reliquias caídas de agujereados bolsillos de piratas del descuido. Escombro nunca ruina que se arruina en arenillas sofocadas por serpientes verdes enredadas en tierras arrastradas donde están. Pachamama que se empacha y se despacha en furibundas tempestades devolviéndonos lo que a la fuerza le hicimos tragar. Chatarrero que compila historias descontadas de óxidos que son el mañana de bruñidos ayeres. Escaramujo de fierro muerto de naranjas sin naranjos, marchitando su color. Lajas multiformes uniformadas marchando hasta los pies de quebrachos firmes, combativos y resistentes. Soledades en soldados soldados al barro sepulcral que trincheras guardan y aguardan. Humareda brunas de neumáticos, que crece ganándose el cielo porque protesta y piquetea sin chistar. Postigo que no tranca y que huye a los trancos. Cerrojo que no cierra se encierra y se libera. Esclavos tirando la cadena para que toda esa mierda se vaya para nunca más retornar. Colmillo único muerde tapas de enlatados sepia abriendo hambrunas en esta época viceral. Nubosidad variable. Lluvias intermitentes. Temperatura febril en la capital. Azotea que azota vientos, broncea soles y se embebeda en garoas desvanecidas y escrachan con escarchas humedades entumecidas. Mobiliario despatarrado, pilas y pilas descargadas en escritorio de escritor. Las moscas pisan y repisan las repisas lambidas de dulzor. Pisan y se van, se autoestiman poca cosa para poderse quedar. Somos coleccionables, al alcance de las manos, que nos quieren descartar. Suplente que suplanta y empodrece por tanto mojar. Cuajados por la intemperie de la espera, arrancados de cuajo de los sustratos de humanidad. Remordimientos mordiéndole el coco al cangrejo que se arrepiente y que hace su camino volviéndose hacia atrás Mujeres esforzadas abrazadas a las brazadas que las devuelve a la playa como olas que no se cansan de saludar. Palmadas, ni de la buenas en la espalda, ni de las malas más abajo, ni las de aplaudir y adular.Las que no se animaron a llamar. El infortunio de Fortunato y la presión para no fallar. Dulcinea y su dulce empalagar Aguantar la mirada aunque pesen los párpados, aunque nos pese nuestro pesar. Pedaleemos, pedaleemos animadamente para que el dínamo cargue el dinamismo que la vejez cobrará. Lastre que se lastra voraz el tiempo que me queda en ciernes de un jamás terminar. Cortejo fúnebre que se ausenta y que con él me lleva. El dolor adeudado al cuidado de los deudos.

M.O.V.

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